Museo Regional de Tlaxcala, una ventana al pasado

El recinto Tlaxcalteca cuenta con piezas que remontan a la historia que cambió el rumbo del país

La Plaza Xicoténcatl es el preámbulo ideal para admirar a lo alto la torre campanario que, a pesar de la sencillez de su estructura, se erige sobria y elegante en sus 29 metros de altura. El tañer de las campanas de la Catedral de Nuestra Señora de la Asunción, parte del conjunto, guía a los visitantes por la calzada San Francisco que los conduce a cruzar las arcadas, probablemente indígenas, y que antaño fuera el camino de los monjes del convento al campanario.

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La construcción

Es de arquitectura hispánica, está ligada al convento sólo por el pasillo y pareciera un cuerpo individual. La gran explanada es la antesala del conjunto e invita a los visitantes al Museo Regional; claro, no sin antes admirar la Catedral y persignarse dentro de la construcción que data de 1530.

Tanto la plaza Xicoténcatl como la explanada a las afueras de los recintos, se han convertido también en punto de reunión de familias y visitantes, pues además de enmarcar las fotografías del recuerdo tras las misas de celebración, es un punto más que recomendable para apreciar la vista panorámica de la ciudad capital, la cual como postal satisface el gusto de quien aprecia el consabido “recuerdo” del paseo.

Para apreciar la imponente construcción del que fuera el convento franciscano y una de las primeras edificaciones de esa orden, erigida bajo la advocación de; san Francisco de Asís, cuyos frailes se encargarían de la evangelización de los pobladores indígenas de la zona.

La historia

Lo anterior impregna de historia y misticismo de forma inminente los muros y pasillos, que son el marco idóneo para albergar las expresiones de diversas generaciones, luego de la desocupación eclesiástica del espacio en aquel entonces. Es por ello que el claustro aloja actualmente al Museo Regional de Tlaxcala, instalado desde 1981, justamente para difundir el acervo que resguarda.

Está dividido en cinco salas: expone la época prehispánica y muestra tanto el medio físico que caracteriza a la región tlaxcalteca como a sus primeros pobladores; la segunda describe los principales sucesos ocurridos en la entidad durante la Conquista, incluyendo la llegada de Hernán Cortés, en 1519, y la resistencia de las tribus tlaxcaltecas.

Tratándose de ediciones que publican el resultado de investigaciones de los propios especialistas del INAH, los libros son excelentes para coleccionistas, pues cuentan con cédulas informativas: esto es todo un atractivo para los visitantes extranjeros. También puede anticiparse a una visita a cualquiera de los sitios arqueológicos que resguarda el Instituto, recurriendo a las miniguías que ahí se encuentran y facilitan la comprensión de los temas y el acceso a los lugares.

El carácter sagrado que dio la cosmovisión de culturas prehispánicas a ciertos animales, propiciaron rendirles pleitesía y figuran desde entonces como símbolos de valor y astucia. Es la razón de la presencia de los guerreros águila y jaguar; también con significado peculiar, los corazones prehispánicos con su policromía distintiva y la Piedra del Sol, todos diseños portables en una playera representativa del lugar.

Ahí se encuentra la vasija de colibrí, el vaso esgrafiado, la efigie de Tláloc, el pato grande de Tlatilco, la bailarina con falda blanca, guerreros, jabalíes y perros, los cuales representaron virtudes, incluso estatus. Todos pueden llevarse a casa no sólo como recuerdo, sino como parte del acervo del Museo Regional, pues cada pieza cuenta con una cédula de información de origen, uso y lugar de hallazgo.

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