Museo Tamayo, recinto para el público mexicano

A 39 años de su fundación, el Museo Tamayo ha continuado con la labor de su fundador: exhibir las propuestas de arte contemporáneo internacional.

Desde hace 39 años, la generosidad del pintor y muralista Rufino Tamayo permite apreciar obras de los creadores más importantes del arte contemporáneo nacional e internacional

El 29 de mayo de 1981, con la convicción de legar al pueblo de México su colección de arte moderno y de ofrecer un acercamiento a los principales exponentes de la creación visual del siglo XX en el mundo, el pintor oaxaqueño Rufino Tamayo inauguró el Museo de Arte Contemporáneo Internacional Rufino Tamayo, con un acervo de más de 300 obras, entre ellas de Pablo Picasso, Joan Miró, Francis Bacon, Joaquín Torres García, Fernand Léger y Roberto Matta, entre otros.

El recinto del Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura (INBAL), diseñado por los arquitectos Abraham Zabludovsky y Teodoro González de León en el Bosque de Chapultepec, tiene la connotación de una obra de arte más de aquella colección.

El acervo del museo se ha fortalecido con la donación de obras de artistas contemporáneos de la talla de Teresa Margolles, Gabriel Orozco, Pedro Reyes, Francis Alÿs, Mónica Sosnowska, Wolfgang Tillmans y Pablo Vargas Lugo, entre otros.

 “La colección del Museo Tamayo abrió horizontes y posibilidades de que los artistas en formación vieran por primera vez en vivo un Bacon o un Picasso, o vinieran a estudiar un Rothko. Tamayo decía que nos estábamos viendo nada más a nosotros mismos y que había que complementar lo rico que somos con esa visión externa. Asesorado en gran medida por Fernando Gamboa, otra figura importantísima para la cultura moderna de este país, Tamayo hizo una lectura enciclopédica de las ideas en el arte de mediados del siglo XX, cuando la posguerra era un fenómeno inasible pero que todo mundo vivía, y la crisis espiritual, económica y política se respiraba permanentemente”.

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La razón por la que compró toda la obra y no aceptó donaciones ni intercambios, agregó, fue porque no quería que lo condicionaran ni que le impusieran criterios que no fueran el suyo. “Pudo tal vez haber logrado conseguir más piezas, pero al final eso le da un extra a la colección, porque es la visión de un hombre de su talla.

“Tamayo fue comprando la colección con un ojo impecable, no solamente por el nombre del artista y la pieza, sino también por ser representativa del mismo, como Untitled (Plum, Orange, Yellow) de Mark Rothko, de 1947, que sabemos inmediatamente que es un Rothko porque tiene estas cualidades específicas de los campos de color de sus obras más conocidas. Y este cuadro es de su transición del surrealismo que refleja los conflictos de la posguerra a un hombre que busca una espiritualidad profunda, manifiesta en estos campos de color”.

Obra de Francisco Toledo en el Tamayo

De entre las piezas de artistas mexicanos, resaltó las de Francisco Toledo “una suerte de hijo espiritual de Tamayo. Rufino y Olga sabían que tenía un talento extraordinario y siempre lo apoyaron: lo conectaron con sus galerías y sus coleccionistas, y desde una época temprana tuvo la oportunidad de desarrollarse internacionalmente con un lenguaje muy propio. De él encontramos cuadros emblemáticos como Mujer atacada por peces (1972), característico de su propuesta estética con la evocación de lo prehispánico; esa manifestación de lo artesanal; el dibujo, recuperado del grafiti y al mismo tiempo de los códices prehispánicos, y su idea tan vital de lo sexual”.

De las obras de Tamayo destacó el Retrato de Olga (1964), “monumental, de gran aliento, lleno de emotividad y afectividad. Es Olga convertida en una suerte de madona atemporal y, simultáneamente, en una deidad prehispánica: Rufino le puso un círculo en la mejilla, como símbolo de dignidad sacramental. Y tiene además la rúbrica de Tamayo como pintor: esa sandía que lo hizo internacionalmente famoso, en este cuadro que también nos recuerda a Cézanne”.

Rufino del Carmen Arellanes Tamayo (1899-1991) es considerado uno de los grandes muralistas de México y un importante exponente del arte abstracto y semiabstracto. La herencia precolombina, la experimentación y las innovadoras tendencias plásticas que revolucionaron los ambientes artísticos europeos a comienzos del siglo pasado enriquecieron la obra del pintor oaxaqueño, que legó dos recintos que se yuxtaponen: el Museo de Arte Prehispánico Rufino Tamayo --con mil 300 piezas arqueológicas coleccionadas, catalogadas y donadas por el artista-- y el Museo Tamayo del INBAL.


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