La Santa Cruz, una de las celebraciones mejor preservadas de Huaquechula

Famosa fiesta de Huaquechula, incluso más importante que los altares de Día de Muertos, proviene de formas de organización europeas.

Aunque a Huaquechula se le conoce más por los festejos del Día de Muertos, con sus decenas de altares monumentales, esta comunidad de origen nahua guarda con recelo otra celebración quizá más importante.

“Para empezar, esta es una fiesta muy, muy del pueblo; hay poca gente de fuera”, refiere la antropóloga Pamela Reygadas Zechinelli, quien una década atrás, con fines académicos, documentó las celebraciones de la Santa Cruz.

La fiesta en Huaquechula tuvo su origen un 30 de agosto de 1806, cuando una gran cruz de piedra caliza de 60x45 centímetros fue encontrada en una barranca por el señor Bernardino de Salamanca.

Tras el descubrimiento de esta cruz principal se fueron colocando, tal y como indicaban los frailes en aquellos tiempos, 17 cruces en diferentes esquinas o puntos de la comunidad.

“De la colocación de las cruces surgió una especie de división barrial (...) y un culto particular en cada una de ellas, las cruces secundarias, por parte de los vecinos colindantes a las esquinas”, explicó Reygadas Zechinelli durante el Tercer Congreso de Etnografía Contemporánea del Estado de Puebla “El papel de la lengua en la cultura”, en febrero pasado.

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Cada día de la Santa Cruz, niños, adultos y adultos mayores se reúnen en cada una de las cruces, replicando la fiesta 17 veces, entre música de viento, danzas, sahumerios, cuetes, arcos hechos de cucharilla —planta de la familia de los agaves—, así como toda una serie de rituales organizados por las hermandades, representantes, mayordomos y topiles de cada esquina.

Todo comienza a las cinco horas del 3 de mayo, con unas mañanitas que anteceden al chocolate y pan ofrecido por el mayordomo mayor. Luego de una misa, salen las 17 cruces secundarias y la cruz principal de piedra para recorrer las calles del zócalo.

Concluido el trayecto la cruz de principal vuelve al recinto religioso mientras el resto vuelve a las encrucijadas que dan, más que un pretexto, todo un sentido de comunidad, de legitimidad social y de pertenencia para quienes por motivos económicos han tenido que migrar incluso fuera del país.

 Antecedido por una comilona de mole y pollo ofrecida por el mayordomo segundo, el día finaliza con el traspaso de mando de las responsabilidades a los nuevos mayordomos, aventando al aire doce cuetes por cada mes que durará el cargo.

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Todos participan de la fiesta, incluso los migrantes que se encuentran en Estados Unidos, ya sea enviando remesas para financiar parte de ella, e incluso como mayordomos, regresando durante estos días para cumplir honrosamente con el cargo.

 

¿De dónde surgen estas tradiciones?

Luego de las invasiones europeas del siglo XV-XVI, refiere el Dr. Elio Masferrer Kan del INAH, se presentó una baja demográfica de alrededor de 85 por ciento de la población originaria, por lo que fue necesario el reagrupamiento de las sobrevivientes.

Al descomponerse los sistemas de parentesco tradicionales, estos tuvieron que ser reorganizados, creando un sistema de barrios y rituales que se asemejan más a las formas de organización europeas; sin embargo, los pueblos indígenas mexicanos fueron haciendo propias estas nuevas formas de interrelacionarse, como la celebración de la Santa Cruz de Huaquechula.

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