Se desplaza búsqueda a zonas limítrofes de Puebla

El descubrimiento de fosas en la frontera de Puebla con el estado de Veracruz está ligado al ‘trabajo’ de los cárteles.

El pasado 7 de febrero, el colectivo Voz de los Desaparecidos se integró a las actividades de la Quinta Brigada Nacional de Búsqueda de Personas en Papantla, Veracruz; una parte de los más de 100 brigadistas realizaron su primera búsqueda —en campo—; para unos fue su primera experiencia, para otros fue la primera vez que se enfrentaron a uno de los tantos cementerios improvisados del territorio nacional.

La búsqueda en campo para confirmar presuntas fosas clandestinas no depende en sí de las condiciones judiciales de cada estado, sino de la forma de operar de los cárteles nacionales y sus células, quienes pueden cambiar las condiciones de ejecución y desaparición de una región entera en cuestión de semanas.

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En la zona norte de Veracruz, asegura Miguel Ángel Trujillo, uno de los buscadores de fosas clandestinas con más experiencia en el país, la deshumanización de México es más que evidente. “Aquí, en esta zona de Veracruz —a escasos kilómetros del estado de Puebla—, han sido especialistas en borrar a las personas,” complementa su compañero Mario Vergara.

Ambos, a raíz de una o varias desapariciones, se han convertido en los buscadores más conocidos y recurridos por los colectivos de familiares, con quienes comparten, además de su experiencia de búsqueda, el riesgo de adentrarse a las regiones más inhóspitas del país, algunas controladas por el crimen organizado.

La sorpresa para la 5ª Brigada Nacional de Búsqueda de Personas Desaparecidas, conformada por 74 colectivos de 21 estados del país, llegó desde el primer día de arribo a Papantla, punto de encuentro del dolor acumulado.

 

Desaparecer entre Puebla y Veracruz

Desde el primer día de la brigada y en consideración con las madres, padres, hijos e hijas que han decidido emprender otro tipo de búsqueda, fuera de la institucionalidad y con sus propias manos, Miguel Ángel les advirtió que en las primeras avanzadas realizadas junto a Mario Vergara, lo que habían encontrado eran cocinas, territorios en donde se utiliza ácido u otras sustancias para disolver los cuerpos.

“Nos llevaron con alguien que cocinaba a las personas y que dijo: ‘usábamos químicos y diésel, y lo que quedaba lo enterrábamos’,” relata Mario, quien busca a su hermano Tomás, secuestrado y desaparecido desde 2012 en Huitzuco, Guerrero.

Miguel Ángel, por su parte, busca a sus cuatro hermanos desaparecidos entre 2008 y 2010, en Poza Rica y Atoyac de Álvarez.

Tras esta operación de rutina para los ejecutores —detallan mientras juntan las yemas de sus dedos—, queda tan sólo una “bolita de masa”, “un puño así” que con el tiempo habrá de desaparecer y con ello, toda esperanza de una sepultura digna. A esto contribuyen las características de los enterramientos clandestinos, cercanos a ríos y rancherías con ganado, árboles de siembra y vegetación que en pocos meses se extenderá tan rápido que borrará las huellas, los olores y cualquier otro indicio.

 

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