Arte en el encierro, manifestación desde la celda

La realidad de las personas presas suele ser muy cruda, y mucho más si padecen alguna enfermedad mental

La exposición “Otros domicilios: arte de pacientes psiquiátricos desde el encierro,” que se exhibe en Ciudad de México hasta el 17 de octubre, refleja los mundos interiores de presos que tienen además enfermedades mentales quedan plasmados en ella.

La idea de “hogar” es el germen con el que hombres y mujeres de dos centros penitenciarios comenzaron a trabajar sus obras de arte, teniendo como resultado una amalgama en la que caben objetos que cuentan historias, pinturas, textos desgarradores o collages, contó el coordinador del proyecto, Ricardo Caballero.

El artista pasó ocho meses trabajando con enfermos mentales del Penal Femenil de Tepepan y el Centro Varonil de Rehabilitación Psicosocial. Según explicó, cada obra de arte de la exposición cuenta una historia, incluida una tienda de campaña, obra de uno de los reos, que llama la atención entre los cuadros.

“Cómo fue el proceso, qué significa ese proceso, por qué fue hecha de esa manera, ésos son los relatos que se van desprendiendo de las obras,” apuntó Caballero.

Las enfermedades

Van desde el retraso mental hasta la esquizofrenia, pasando por daños cerebrales severos provocados por las adicciones. La exposición divide a los reos de las dos penitenciarías en dos salas: una en la que están las obras de los hombres, y otra en la que se ubicaron las de las mujeres.

“Creo que ellos tienden mucho a generar obras autónomas, muy personales, y ellas lo que necesitan es generar una especie de convivencia, de comunidad, para realizar el trabajo,” explicó.

La Pangea 2034

En el caso de los hombres, hay piezas que esconden un pasado, y a veces incluso una visión del mundo. Tal es el caso de “Nuestro mundo, la Pangea 2034,” hecha por un paciente con un proceso de adicción muy fuerte, quien asegura que en el año 2034 un terremoto atroz cambiará la disposición de los continentes.

En este sentido, el reo tomó la idea de hogar como algo mucho más global, en este caso el planeta Tierra, representado aquí con llamativos colores verdes y azules.

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La casa azul

Otro de los artistas optó por una propuesta distinta con su obra La casa azul. También es un mapa, pero en esta ocasión es un plano de la penitenciaría conocida como Palacio de Lecumberri, abierta en 1900 y donde el paciente pasó 16 años antes de que ésta se reconvirtiera en el Archivo General de la Nación.

“Él hace un plano arquitectónico mental de cómo es la primera penitenciaría del Distrito Federal (hoy Ciudad de México). En el slang (jerga) carcelario, a la penitenciaría le llaman la casa azul porque los uniformes son azules,” explicó Caballero.

A la obra le acompaña un juego de mesa también construido por el propio artista llamado, Poleana.

El juego es un clásico carcelario y se trata de “un juego de policías y ladrones donde el objetivo es escapar”.

Otras obras

Además hay “objetos, dibujos a lápiz, hay cosas que son más pictóricas, y hay cosas en las que el uso del texto es muy claro.”

El texto como vehículo para expresar el sentir interior es usado por muchos de los reos y, de acuerdo con Caballero, viene de una conducta propia del enfermo mental, como la verborrea o la grafomanía, que es la necesidad de estar siempre escribiendo cosas.

En cada paciente se manifiesta de manera distinta: algunos incorporan los textos dentro de los propios dibujos, junto a los personajes y al espacio; otros optan por hacer listas que consideran “biblias.”

“Ésta es mi estancia, donde nadie me hace daño, donde nadie me ve, donde me protejo de la superficie; es una espera donde el tiempo no pasa, tan sólo vivo,” dice el texto de Carlos, uno de los artistas.

A estos textos les acompañan algunos objetos de los reos, como por ejemplo una navaja o una petaca.

Las mujeres

Ellas optaron por un collage de creación colectiva hecho sobre tela, en el que se acumulan las coloridas fachadas de sus casas.

Caballero comentó que en la exposición, y en los artistas que la llevaron a cabo, reside “una pureza.”

“Algo que a mí me llama mucho la atención con las personas que tienen cierto padecimiento, es la naturalidad que tienen todas las piezas; ellos no tienen la necesidad de adoptar el rol de un artista, lo hacen muy natural,” contó.

El artista expresó que en este caso se rompen muchos estigmas que se tienen sobre los presos, considerados en la mayoría de los casos “gente mala que debe estar ahí”.

“Algunos deben estar ahí, pero cuando uno cruza ese umbral y dialoga con ellos y con ellas y se da cuenta de que un episodio no tiene que definir la identidad de una persona,” aseguró.

Los delitos que cometieron los artistas de esta exposición van desde robos simples, pequeños, o hasta homicidio, agresiones sexuales, etcétera.

Sabiendo esto, la exposición puede llegar a plantear en el espectador un viejo dilema del mundo del arte: ¿Debe separarse la vida del artista de su obra?

 

 

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