11 de mayo de 1960

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La mayor parte de los funcionarios pueden

dar órdenes sin saber cuáles serán sus efectos.

 Zygmunt Bauman

 

Dentro de las fechas que pasan desapercibidas está la del 11 de mayo de 1960, y bien pudiera seguir pasando desapercibida, pero es preciso recordar que esa fecha es en la que inició uno de los procesos judiciales más emblemáticos de la historia reciente del mundo no sol, y no solamente para el derecho, sino para la sociedad en general, ya que muchas de las conductas que rutinariamente observamos tienen su respuesta en aquel juicio que se llevó a cabo en Jerusalén.

El día 11 de mayo de 1960 fue secuestrado —es apropiado calificarlo así— por los servicios secretos de Israel el general alemán Adolf Eichmann, denominado “El Ángel Vengador”, en Argentina; personaje a quien se le achaca haber organizado la denominada “solución final”, es decir, el aniquilamiento de los judíos en tiempos del nazismo, de 1941 a 1945.

Se le denomina solución final, porque las dos opciones previas que se habían planeado para expulsar a los judíos de Europa, principalmente de los territorios de Alemania, no habían progresado. La primera era enviarlos a la isla africana de Madagascar; la segunda, enviarlos a Siberia; pero ninguna pudo cristalizar. Por ello, la solución fue el exterminio de los judíos en las cámaras de gas, en las que —a decir de la historia oficial— murieron entre seis y siete millones de judíos, a pesar de que algunos historiadores sostienen que no murieron más de tres millones. No obstante, sea una u otra la cantidad, es una barbaridad la muerte de tantas y tantas personas.

Esta solución final fue, por tanto, programada y organizada por este general Eichman, quien al final de la Segunda Guerra Mundial huyó para refugiarse en Buenos Aires con otra identidad, pero fue detectado por los servicios secretos de Israel, que recientemente había sido fundado. Por tanto lo secuestraron, porque no había acuerdos ni tratados de extradición con Argentina; lo cual, incluso, originó un conflicto entre los dos países. Lo cierto es que se inició el juicio en Jerusalén, lugar y tiempos que resultaron muy criticados para haberlo llevado a cabo.

Lo trascendental del juicio no fue que, en diciembre de 1961, el general haya resultado sentenciado a pena de muerte, sentencia que fue confirmada en mayo de 1962, y ejecutado por la horca ni que tampoco se haya juzgado conforme a la aplicación retroactiva de la ley. Tampoco, en su caso, la corte de Jerusalén era la autoridad competente para juzgarlo, ni que el juicio haya sido iniciado, ilegalmente, mediante una detención delincuencial.

Lo trascendental fue que la defensa que sostuvo respecto de los crímenes a la humanidad, crímenes de guerra y crímenes contra el pueblo judío confirmara su pleno convencimiento de que estaba realizando algo correcto y, por ende, que no había nada por qué arrepentirse, pues formaba parte del cumplimiento de su deber: lo que se denomina obediencia debida; además de que, aparte de que actuaba en cumplimiento de su deber, era correcto lo que estuvo orquestando.

Desde esas fechas aparecieron una gran cantidad de textos, investigaciones, tesis y análisis que sostenían que el problema principal con las masacres de los judíos fue, particularmente, la indiferencia de la población en general y la burocratización del trabajo de quienes participaron, cuya consecuencia es que la labor que llevaban a cabo cada día incluía que no tuvieran conocimiento pleno de lo que hacían, que no se realizaran la pregunta de si era correcto, bueno, malo; o bien, si esas labores diarias repercutían en las personas. Lo que han demostrado los autores, como la filósofa alemana Hanna Arendt o el maestro polaco Zygmunt Bauman en sus obras emblemáticas al respecto, es que los miembros del ejército nazi, así como muchas de las personas de la población, hacían las cosas mecánicamente, sin preguntarse lo bueno o lo malo de sus conductas y labores.

Y esto no es cosa menor, porque ambos autores (ella en la década de los sesenta y él durante los ochenta) sostuvieron que el riesgo de que no se haga algo respecto del comportamiento de las personas es seguir haciendo las cosas del mismo modo y, por tanto, de que algo semejante vuelva a suceder. Y se ve cuánta razón tenían, pues en realidad está sucediendo, y más hoy con la tecnología de la información.

Vemos, desde el caso más cruel, cómo los soldados norteamericanos, en sus oficinas sentados cómodamente, desde una computadora, están matando con drones a la población de Afganistán; hasta lo que cada uno de nosotros hacemos día a día. Nunca nos preguntamos si el trabajo es verdaderamente productivo y si beneficia o no a alguien. O si simplemente se hace por cumplir con un deber laboral y para recibir el pago de un salario o de un honorario. Por eso, para la generalidad de la población, para la indiferencia, es preferible olvidar el 11 de mayo de 1960.

 

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