BRINCANDO LA PANDEMIA

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¿Cómo distraer el alma y la mente sometidos al covid-19? Esta pregunta que abarrota todos los medios y redes sociales, ha obligado a editoriales, museos, universidades y a cuantos participan de la cultura (sí, también a Usted), a aportar soluciones, gratuitas (bueno, tal vez usted, no), con tal de hallar la respuesta.

Se sabe de un proyecto escandaloso: el humor, mantenerlo tanto como se pueda, sin que importe el tema; mucho menos, el espacio que se habite (recámara, cocina o la ventana del sexto piso de una ratonera), y tampoco lo que una mujer rana espere de la vida:

«La mujer rana

y el hombre rana

se casaron

y en vez de tener perdices

tuvieron tres renacuajos.»

(La mujer rana, de Gloria Fuertes)

Vaya sorpresa, quién lo hubiera imaginado: una pareja de ranas tuvieron por hijos a otras ranas.

En este mundo de lo inconcebible, en el medio de la vida rota para unos; confinada, para otros; la poesía acontece como la oportunidad de hacer de cuenta que esto es sólo un trance, que no durará para siempre.

Gloria Fuertes, poeta madrileña (no poetisa; porque a ella le gustaba ser llamada poeta), experta en poemas infantiles, dirigidos a adultos y niños por igual, invita a descubrir lo oculto.

«Adivina, adivinanza...

Adivina, adivinanza...

Adivina, adivinanza:

va montado en un borrico

es bajo, gordo y con panza,

amigo de un caballero

de escudo y lanza,

sabe refranes, es listo.

Adivina, adivinanza... ¿Quién es?

(Sancho Panza)»

Qué divinas las adivinanzas, juego de palabras simples, fáciles de entender, donde el humor siempre florece.

La poesía de Fuertes es juguetona y educadora: en «Adivina, adivinanza», ¿cómo era Sancho Panza?: bajo, gordo, con panza y, por más señas, monta un borrico. En su interior, ¿cómo es?: listo, dice refranes, posee la sabiduría del pueblo; a pesar de su sencillez, tiene por amigo a un caballero, quien porta escudo y lanza.

Ambas poesías encierran el dulce humor disfrutable tanto para el hombre más tierno, como para el más viejo; uno y otro celebran como chiquillos, especialmente al sentirse asimilados a una rana.


Hace falta reírse de uno mismo, para ello nadie mejor que un niño; ya que, a menos que uno sea la mujer o el hombre rana, la vida hay que vivirla como se presente; asi lo hizo ver esta autora a lo largo de sus poemas y cuentos, y en sus colaboraciones adaptadas al cine y televisión.

Gloria Fuertes — Premio Cervantes Chico— afrontó la pérdida de su madre y de su padre, la pobreza durante la guerra civil española y la postguerra. De las burlas que le hacían a su poesía, por estar hecha de frases cortas e ingenuas, no dijo mayor cosa.

No obstante, se mantuvo del lado del humor — el que implica cariño, inteligencia y ternura, jamás crueldad—; aun cuando hablase de la tristeza y penas del mundo, como en La vaca está triste:

«La vaca está triste,

muge lastimera,

ni duerme, ni bebe

ni pasta en la hierba.

 

La vaca está triste,

porque a su chotito

se lo han llevado

los carniceros

al mercado.

 

Está tan delgada,

la vaca de Elena,

que en vez de dar leche,

da pena.»

 

Estos remates que provocan la risa de sus lectores y de sus críticos, a su vez, logran que la tensión se disuelva, poniendo las cosas en perspectiva. De esta suerte, su poesía demuestra la capacidad del ser humano para sentir empatía por la humanidad en general y sobretodo por uno mismo.

De hecho, esta madrileña, nacida en el famoso barrio de Lavapies, propone todas las formas de poesía, rescatando tradiciones atribuidas a la literatura infantil e ignorando cualquier palabra rebuscada.

Por cierto, Covid-19 o coronavirus son palabras cultas y rebuscadas, se han metido en nuestras vidas, al punto de hacerlas cotidianas, tanto que creemos que cualquiera las puede decir, así como así, sin estudios previos, y la verdad es que, sí, es cierto, no se requieren formalismos para pronunciarlas o escribirlas.

Y tampoco para levantar una voz llena de rebeldía contra ellas y sus enfadosas consecuencias. Digamos poesías, como las de Gloria Fuertes.

 

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