El futuro global a la deriva

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Invitados del Tec


Marzo 31, 2020

Por Rogelio Leal

 

La preocupación por el futuro rige tanto en individuos como en los estados modernos. Las decisiones consuetudinarias que toman las personas son, en esencia, similares a las decisiones que toman los estados-nación. La prospectiva es la ciencia que estudia diversos factores, con el propósito de presagiar la incertidumbre y el escepticismo que anubla uno o más futuros contiguos o distantes.

La realidad es que la visión del futuro de los gobiernos alrededor del mundo no se encuentra coordinada. La interdependencia entre naciones es inevitable en un mundo globalizado y aunque es un factor importante para la planeación de esquemas políticos, de medio ambiente, económicos y sociales, se ve minada por las dinámicas domésticas de cada país.

Aunque existen incontables organizaciones dedicadas a identificar posibles riesgos que desestabilicen el orden global, la contención de éstos no está asegurada y será imposible hacer frente a la creciente demanda de energías, a pandemias, al calentamiento global, a la pobreza o a crisis económicas sin una coordinación efectiva.

Hace más de un siglo, el sociólogo francés Émile Durkheim ideó el concepto “solidaridad social” como herramienta para entender la evolución de las sociedades. Este término enfatiza la relación entre individuos y sociedad, sosteniendo que las personas optimizan la vida de todos a pesar de que existen intereses distintos entre ellas. Hoy, la sociedad está conectada y la información se transmite en segundos. El mejor ejemplo de esta “solidaridad” es palpable en todo el mundo con las medidas de cuarentena que cada individuo está siguiendo—aunque sean por conveniencia propia.

Entonces, podríamos contemplar la idea de que estamos compelidos a vivir en una “solidaridad global” donde la interdependencia entre los estados y la sociedad internacional permita que los estados optimicen el desarrollo de todos los demás, a pesar de que existen intereses distintos entre ellos. El tipo de retos a los que nos enfrentamos actualmente—problemas locales que trascienden a la comunidad internacional—ponen de manifiesto la necesidad de que en el orden mundial se realice una cooperación internacional para afrontarlos.

El futuro global no se determinará basado en el conservadurismo o liberalismo de Estados Unidos, o en la base moral marxista del gobierno en China, ni en el capitalismo neoliberal y multicultural de la Unión Europea. El futuro global está a la deriva y maniatado por un conjunto de futuros particulares—pero entremezclados—dentro de distintas ideologías políticas, sociales, culturales, éticas y espirituales de cada nación. El futuro global está suscrito a la toma de decisiones y acontecimientos que ocurren en cada nación, así como a los compromisos colaborativos entre naciones.

El problema radica en que las entidades de poder están limitadas por su visión individual y, en consecuencia, la prospectiva no está homogenizada para el bien global.

¿Qué nos deparará el futuro? Entre países o regiones, las metas u objetivos varían y, de la misma manera, la visión hacia el futuro difiere. La cooperación internacional en los estudios de prospectiva se convertirá en la clave, no solo para predecir eventualidades, sino para diseñar una visión del futuro global deseado.

El individuo impacta la sociedad y la sociedad transforma los intereses del país; consecuentemente, la perspectiva hacia el futuro que se genera para cada estado-nación varía y es distinta a la de cada sociedad. La situación mundial actual presenta una oportunidad inmejorable para estrechar lazos de cooperación entre estados. En los próximos años, los ciudadanos del mundo tendrán que hacer valer el poder que, en gran parte del orbe, tienen para transformar los intereses de su nación.

El futuro global estará compuesto de futuros suscitados por los intereses de cada país o sociedad. El futuro de cada nación dependerá de las contingencias que experimente cada una durante esta era de transición histórica. Habrá que contemplar colectivamente las necesidades del siglo XXI para mantener el balance de poder, las relaciones económicas y, sobre todo, ampliar la participación de individuos para enfocarse en el bien global, realizar prácticas justas en todos los niveles, practicar una reflexión constante y mitigar riesgos.

Si no somos capaces de planear más allá de nuestras fronteras, sólo nos queda esperar que los diversos futuros converjan en ideales positivos para una sociedad global próspera y en armonía.

 

Director de la Carrera de Relaciones Internacionales, Tecnológico de Monterrey.

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Las opiniones expresadas son sólo responsabilidad de sus autores y son completamente independientes de la postura y la línea editorial de El Popular, diario imparcial de Puebla.

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