Estudiar es el mayor acto de rebelión hacia un Estado que te quiere ignorante

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En estos primeros días de marzo de 2020, se ha presentado una serie de manifestaciones y reclamos, principalmente de los estudiantes universitarios, que ha traído como consecuencia la suspensión de clases como una forma de oposición al sistema y al estatus actuales. Esto se ha hecho, principalmente, por el problema de la seguridad pública, pero se han dejado en segundo término otros reclamos que ya no son tan emergentes, como la inseguridad en que se vive. Al respecto, habría que hacerse la pregunta de: ¿a quién beneficia esta suspensión de clases? Y no es exclusivamente la suspensión de actividades en instituciones públicas, sino en general, tanto en aquellas como en las privadas.

En la década de los ochenta del siglo pasado, en el ambiente general de la población en México estaba la creencia muy arraigada de que las huelgas en Japón eran inversas a las que se sucedían aquí, ya que consistían en trabajos intensos de los obreros. Es decir, en lugar de suspender las actividades de las empresas, sucedía lo contrario. Desde luego que aquí en México esa década y la anterior estaban inundadas por todos lados de huelgas de las industrias mexicanas; esto por la crisis económica de esos tiempos, ocasionada por las tasas altísimas de inflación; pero, principalmente, porque contábamos con verdadera industria mexicana. Hoy eso ya no existe, pues solamente se quedaron las maquiladoras, que trabajan a la orden de otra gran industria mundial.

Al final, esas huelgas no beneficiaban a nadie: ni al patrón, por las pérdidas económicas que tenía durante ese tiempo de huelga, más el tiempo lento de recuperación; ni a los trabajadores, porque en los tiempos de suspensión de labores debían buscar otras alternativas de trabajo, normalmente trabajos temporales y sin prestación alguna de seguridad social. Hoy eso ya no existe, porque empleos no hay ni siquiera de aquellos sin prestaciones.

En la historia de México se recuerdan huelgas muy grandes, como la de los ferrocarriles de la década de los cincuenta del siglo pasado, que provocó incluso la huelga en solidaridad de los telefonistas y de los petroleros. Finalmente, todos esos movimientos de paralización de labores a nadie beneficiaron: la industria mexicana se ha extinguido. Hoy es casi imposible la configuración de una huelga, por razones políticas y jurídicas; los propios trabajadores las ven como el exterminio de su trabajo y la pérdida de sus prestaciones.

En la actualidad, con las suspensiones de labores escolares en las universidades, pareciera que está sucediendo lo mismo que sucede desde hace ya mucho tiempo.

Al sistema mundial le interesa no contar con una población preparada y consciente de la realidad; por ende, no requiere ciudadanos, sino consumidores. Los primeros son sujetos activos que conocen sus obligaciones, pero también de sus derechos; prueba de ello fue la marcha de los estudiantes el pasado jueves 5 de marzo de 2020, un orden excepcional y respeto al por mayor.

En cambio, en el caso de los sujetos simples consumidores, siempre serán considerados individuos pasivos, que no conocen sus obligaciones, menos aún sus derechos, pues consumen lo que el sistema les pone a la vista, sea en las vitrinas, en los centros comerciales o en las redes electrónicas; no consumen diplomados ni especialidades, menos aún libros.

El sistema ha conformado una educación operativa y poco reflexiva, porque es la educación operativa la ideal para constituir consumidores. En cambio, la reflexiva hace ciudadanos. Por ello es que el mismo sistema complica la elaboración de las tesis de investigación, pues una investigación debe ser reflexiva, y en las universidades, todos los semestres, a los estudiantes se les instruyen con una educación operativa; por ende, es imposible hacer una tesis. Además, los profesores que asesoran las tesis hacen imposible lo posible. Por su parte, los asesores temáticos no reciben, en muchas de las ocasiones, ni un agradecimiento. Entonces, la mejor forma de titulación es con cursos, contar con promedio alto, o bien con un examen de conocimientos generales, que se convierte en preguntas de todo y de nada.

Pero así es todo este sistema mundial de educación, del cual México no está exento, menos aún,Estados Unidos ni los países europeos tan anhelados en nuestra nación.

Basta con observar lo que sostiene N. Chomsky de la educación en el país del norte: “El objetivo principal de este modelo colonial es continuar discapacitando a los maestros y estudiantes, de forma que caminen irreflexivamente a través de un laberinto de procedimientos y técnicas. El sistema educativo de los Estados Unidos no fomenta el pensamiento crítico e independiente” (La (des)educación, Barcelona, Critica Editorial Planeta. 2001). Pues bien, pareciera que la pregunta “¿a quién beneficia esta suspensión de clases?” puede tener una respuesta clara y contundente.

 


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