Supongamos que…

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Supongamos que los gobiernos municipales actuales, hiperurbanizados, mantienen por delante un proyecto de ciudad y que los gobiernos estatales tienen varios proyectos regionales. Y van con todo para su realización.

Supongamos, además que hay concierto entre gobierno nacional, estatal, regional y municipal; vale decir: convergencia, concurrencia y políticas urbanas explicitas; públicas en el gobierno de la ciudad…Bueno, ¡Excelente! Entonces adiós a los problemas sociales urbanos.

Supongamos que los urbanistas de izquierda, (suponiendo que existen…digo, urbanistas son escasos, aunque urbanólogos sobran) saben, pueden y quieren resolver problemas de crecimiento urbano, zonas de anomía social y gentrificación; son hábiles para identificar ámbitos de actuación, y definir proyectos estratégicos para la ciudad… En aquél mundo imaginario, la acción del gobierno municipal o regional sería magnífica por su coherencia entre objetivos, agenda urbana, instrumentación y seguimiento.

Tocarían el Nirvana las teorías académicas, doctrinas políticas y la acción urbanística al reconstruir la ciudad desde abajo hacia arriba, de adentro hacia afuera, como una obra maestra de ciudadanos empoderados y bien representados.

En un mundo así, se empezaría por resarcir el tejido social vinculado a la reconfiguración de la estructura urbana. De hecho, un ABC:

A. Aplicarían políticas públicas urbanas al respecto. Esto en un municipio urbano como Puebla es elemental.

B. Aplicarían el principio de regeneración urbana. La acción de gobierno daría prioridad a la vida de barrio, a los problemas públicos de vida cotidiana: satisfactores vecinales, calidad de espacio público empezando por la calle; se proveería diversidad de servicios públicos y equipamiento a escala humana.

C. Los conjuntos de barrios generarían-por efecto sinérgico-macro zonas; ejes y circuitos de corredores urbanos estructurados con espacio público de calidad, usos del suelo mixtos y movilidad de recorridos cortos. Cada barrio, súper barrio o súper manzana tendría hitos de identidad; su diseño —según aptitud y vocación— los haría sustentables o sostenibles. La movilidad de grandes recorridos sería multimodal. La ciudad conformada con súper barrios o súper manzanas de forma escalar condensaría la armonía de la complejidad social.

Después de todo, los urbanistas tienen suerte de que la gran complejidad de una ciudad pueda ser abstraída a unos cuantos subsistemas de hitos y flujos. La posibilidad de comprender el territorio como cristalización de procesos socioculturales de larga o mediana duración, nos hace recordar al insigne de urbanismo: maestro García Ramos.

Desde esta óptica ¿existen territorios de oportunidad en Puebla?

Pongamos la mira en el Centro Histórico: La mayoría de las acciones están ubicadas en el polígono A. El polígono B que puede considerarse su periferia inmediata, o primera área de impacto y queda generalmente olvidada, acumulando problemas y ¡Oh fortuna! Ahí están los territorios de oportunidad, los eurekas, que pueden distinguir a un jefe visionario con capacidad de respuesta inmediata, ya que cuenta (supongamos) con un equipo de planeación estratégica de alto perfil.

Bueno, el Implan y la gerencia del CH están para ello.

Sí, pero no alcanzan ese perfil… Les falta profesionalizar más los temas de la ciudad. Publicitar argumentos de las acciones urbanas prioritarias; probar que andan a la vanguardia en el diseño de políticas urbanas; que saben construir consensos e identificar barrios susceptibles de regenerar; haber realizado trabajo con actores sociales y procesar proyectos urbanos colectivos; definir entre ellos, qué hacer con San José, San Ramón, San Miguelito, El Tamborcito y con el barrio del Parral que se nos cae a pedazos; con Santa Rosa y la Merced. Qué Hacer con Santa María y San Antonio. Cómo reconstruir parte de la vida de barrio de La Luz, El Alto o Xonaca.

Temas sobran. Supongamos que….

 

miguel.gutierrez@hablemosdemetropolis.com

 

 

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