Arrepentimiento y propósito de enmienda

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Jaime OAXACA


Febrero 25, 2020

Para un buen acto de contrición, entre otras cosas, se requiere arrepentirse, intención de no pecar más, cumplir la penitencia. Al menos eso dice el catecismo.

Si la empresa de la Plaza México tiene remordimiento por el pésimo serial de novilladas que ofreció en 2019 y la temporada de corridas 2019-20, necesita dos de los ingredientes citados. La penitencia ya la pagó el señor Bailleres con las banderillas negras a aquel toro de Begoña, dehesa de su propiedad, en el sonoro petardo del 12 de diciembre.

No todo fue malo en el coso que renta el binomio Bailleres-Sordo. Del serial mayor se salva lo sucedido durante febrero. Hubo destellos de esperanza, pareciera que las cosas pueden mejorarlas, siempre y cuando pongan interés.

Destacado fue lo sucedido el sábado 1 de febrero. Se realizaron tientas de vaquillas y un macho en el ruedo de la Plaza México, los propios toreros narraron lo que iban haciendo. Por si fuera poco, la empresa tuvo la brillante idea de permitir que los aficionados anduvieran en rincones de la plaza, sitios inexplorables para los aficionados. El ingreso al coso fue gratuito.

La gente asistió en buena cantidad, mucho más de lo que esperaban, la invitación se dio a conocer con menos de una semana de anticipación, se esperaba que unos cuantos hicieran caso del llamado porque se tiene la idea que a la gente ya no le interesa la fiesta de los toros. Ojalá no echen a esa gente al olvido.

Evidentemente tuvo que ver la época, la cercanía del aniversario del coso más grande del mundo.

El público ha respondido

Por otro lado, las corridas de aniversario del lunes 3 y miércoles 5, las de los domingos 9 y 16, fueron concurridas, aunque ya no se llena ni el tendido numerado. Un desacierto fue llevar reses de Fernando de la Mora, se sabe lo descastados que son, las compraron sólo por darle gusto a un diestro hispano.

El festejo del estoque de oro con españoles famosos incluidos en el cartel, significó un triunfo para la tauromaquia mexicana, la empresa demostró que pueden obligar, dejémoslo en negociar, que las figuras integraran el cartel.

Otra satisfacción fue ver en el tendido a Juan Pablo, el hijo de don Alberto Bailleres, con sus asesores Antonio Barrera y Mariano del Olmo. Los intereses del sevillano y el apizaquense están muy lejos de hacerle bien a la tauromaquia mexicana. Se desconoce si los pésimos consejos que dan son porque deben favores a toreros españoles, quizá para obtener más dinero, o de plano por antipatía a México. Independiente de la razón, su proceder es dañino para la fiesta mexicana. Ojalá que en lo sucesivo los acompañantes permanezcan en el tendido, lejos del empresario.

Existen señales que la casa Bailleres pretende mejorar las plazas que administra.

Guadalajara, por ejemplo, la plaza más importante de nuestro país. Se rumora que Juan Pablo citó a una reunión la semana pasada a consecuencia de los hechos en el Nuevo Progreso el pasado domingo 16. Recordará usted que los subalternos decidieron no torear ese día por un pleito interno. Fastidiaron al público porque sólo participaron dos peones de brega y un picador.

Juan Pablo Bailleres les pidió que solucionaran sus diferencias. El coso tapatío se caracteriza por la seriedad del toro que ahí se lidia. Se dice que, a manera de reivindicación con la afición, se le subió una rayita al trapío del encierro de Barralva. Fue muy serio lo que se lidió el pasado domingo.

A la junta secreta asistieron algunos de los directivos de la Unión de Subalternos, los dos asesores de Juan Pablo, quienes se mantuvieron a la expectativa y algunos más.

Ojalá que los señores Bailleres tomen las riendas de la Plaza México en forma auténtica y definitiva, que se asesoren por alguien que beneficie a la fiesta, además que les cambie la imagen que no los haga ver como empresarios incompetentes.

La casa Bailleres puede cambiar la fiesta, tiene el dinero y el poder para hacerlo, sólo hace falta que quieran respetarse a sí mismos y agregar arrepentimiento y propósito de enmienda.

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