Fotos que hablan

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Los recientes asesinatos de la joven Ingrid Escamilla y la pequeña Fátima han desatado una discusión nacional que se ha acentuado en tres campos públicos: la responsabilidad de los medios, la respuesta del gobierno y la indignación popular en las redes sociales.

La controversia estalló con la publicación de las fotografías grotescas de la muerte de Ingrid en diversos diarios como La Prensa, y que rápidamente fueron divulgadas en internet. La Secretaría de Gobernación emitió sobre ello un comunicado el 13 de febrero, en el que condenaba toda difusión de imágenes de dicho feminicidio y advertía que se investigaría a los medios de comunicación que propagaron dichas fotografías.

“Gobernación ratifica su condena a la publicación y difusión de dicho material que revictimiza, privilegia el sensacionalismo y el morbo. Esto atenta contra la dignidad, intimidad e identidad de las víctimas y de sus familias,” rezaba el comunicado.

A raíz de la muerte de la pequeña Fátima, más tarde, el presidente Andrés Manuel López Obrador denunció en su Mañanera del martes que hay medios mexicanos que actúan con oportunismo y “zopilotean” sobre el crimen.

“Yo entiendo de que en una circunstancia como ésta haya una exigencia de justicia. Además, es lo que se debe de hacer, es lo mínimo, pero no debe de actuarse con oportunismo, es un asunto muy serio,” dijo AMLO.

Ambos crímenes, y la respuesta fuerte del gobierno vienen de nuevo a replantear el papel que están jugando los medios en México, apresurados por la inmediatez del internet. Ciertamente, la velocidad de los acontecimientos y la falta de profundidad en la cobertura temprana lleva a muchos periodistas a actuar de manera superficial y sin medir las consecuencias que tendrá el material impreso, visual o digital que publicarán. La presión de que “otro medio les gane la nota”, sumada a falta de un ejercicio ético que debería imponerse ante las demandas típicas de una primicia, parecen ser los factores que definen hoy en día los criterios de operación de los medios.

Podría decirse que la prensa policiaca estaría exenta de practicar la ética. Como dice la periodista Lucrecia Lozano, “el periodismo de la nota roja puede argumentar que su objetivo es ‘visibilizar la barbarie’, pero en el caso de los feminicidios y la explotación del morbo mediante el uso de textos e imágenes, lejos de contribuir a visibilizar el problema que subyace en esas muertes, lo que hace es trivializar esa violencia”.

Ciertamente hemos caído en la “espectacularización y banalización de la violencia”, como dice Lozano, por lo que ahora sería una buena oportunidad para que la prensa mexicana revise sus criterios de rigor periodístico y considere alternativas para publicar los hechos, una tarea que no debe dejar de hacer.

El periodista Sergio Sarmiento dejó entrever en una columna esta semana la responsabilidad de nuestras autoridades: “hoy el gobierno se lanza no contra los feminicidas, sino contra la divulgación de las imágenes. Quiere proteger a los feminicidas”.

Ya el presidente López Obrador ha dicho que no está evadiendo la responsabilidad en este tipo de casos. Sin embargo, bien podría empezar por reconocer de manera más honesta que los mecanismos de propaganda mañanera de distracción no ayudan en nada.

Esas dos horas de oficialismo al aire, de excusas cotidianas y de fustigación constante a la prensa independiente, bien podrían dedicarse a realizar una mejor planificación y ejecución en la seguridad nacional.

 

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