Son tiempos de mucha confusión: Édgar Morín

El escritor habló sobre la oferta y demanda de productos culturales relacionados con la violencia que existe en México.

El reconocido escritor y doctor en antropología Édgar Morín ha explorado en libros como La maña y Crímenes de cuello blanco: el capitalismo de amigotes y las redes en la mafia del poder, la delincuencia, corrupción, nepotismo y demás situaciones que han convertido a México en lo que es actualmente: un país en el que cada día son asesinadas 94 personas y que se posiciona en el lugar 130 de 180 países evaluados en el Índice de Percepción de Corrupción 2019, siendo el peor evaluado entre los países pertenecientes a la OCDE.

La violencia es un tema tan presente en la sociedad mexicana que existen diferentes series, películas y programas de televisión que muestran un reflejo de esta problemática; algunos con carácter informativo y otros exaltándola.

Por ello, se ha convertido en un tema recurrente que ha tenido como consecuencia la normalización de esta situación. Por ejemplo: la niña que para su fiesta de cumpleaños decidió que fuera con temática de sicarios y los asistentes tenían que estar amarrados mientras ella amenazaba con matarlos.

Esta situación ocurrió en Culiacán a mediados de enero, y abrió el debate sobre qué se está haciendo para cambiar la realidad que vivimos.

En entrevista con El Popular, diario imparcial de Puebla, Édgar Morín compartió su opinión la sobre demanda de productos culturales violentos que hay en la actualidad, y si existe una influencia directa en el comportamiento de quienes los consumen.

 

¿Por qué hay una sobreexplotación del tema de la violencia en la televisión, cine, música y otras áreas?

—Las industrias culturales han encontrado en el narcotráfico y otros temas violentos una serie de relatos que les resultan altamente rentables en rating.

Cuando vemos esta oferta, hay que distinguir las apologías que existen en algunas series que parecen una loa a la exaltación del narcotráfico; pero también están aquellos productos que tratan de ver esta problemática de manera diferente. Lo que habría que preguntarnos es: ¿por qué una serie de este tipo tiene éxito? Seguramente porque está dando respuestas a una serie de fenómenos y hechos para los que tenemos respuestas insuficientes.

 

La música es otra área en donde las referencias a la violencia son frecuentes. ¿Esto contribuye a la desaparición de la problemática?

—El corrido de traficantes tiene un primer momento con los Tigres del Norte, en donde el abordaje de temas tiene elementos que son figurativos.

Un segundo momento es el corrido explícito que hacen Los Tucanes de Tijuana, en donde ya se nombra a las cosas por su nombre; y el tercer momento viene con el grupo Exterminador, en donde ya es una apología de la violencia.

Hacer corridos ya es negocio, porque los delincuentes y algunos altos funcionarios quieren retratar su vida de una manera épica; y ojo: no necesariamente quiere decir que ésa es la realidad.

El problema está en que las personas que los consumen no tienen conocimiento de eso.

Estamos frente a una problemática de tipo moral en donde se meten los políticos con mucha frecuencia y con la situación del niño que asesinó a su maestra.

El gobernador de Coahuila quiere prohibir los videojuegos, porque se relaciona su conducta violenta con esa situación; no hay un solo estudio en el mundo que muestre que exista una relación directa entre videojuegos y asesinato, ya que hay muchos jóvenes jugando con contenido violento y no salen a matar a las calles.

Lo mismo ocurre con la música, aunque sí tiene un papel en la banalización de la muerte.

 

¿Quiénes son los que escriben sobre los narcotraficantes y la violencia?

— El movimiento alterado no surge en México, sino en Estados Unidos. Podría equivaler a lo que se conoce como gangsta rap o rap de pandillas, como también se le conoce en los barrios de algunas ciudades gringas; lo interesante es que no lo escuchan jóvenes negros, sino blancos universitarios. Muchos de los que escriben corridos son chicanos o pochos que nunca habían venido al país, y cuando van a Culiacán ellos están temblando de miedo, porque la visión que tenían de México era totalmente imaginaria; son acercamientos muy paralelos y muy relativos al problema.

 

Y los narcotraficantes, ¿qué hacen ante esta situación?

— Muchos narcotraficantes que están en prisión comienzan a registrar su nombre como propiedad intelectual; ellos quieren derechos, porque lucran con su nombre. Todo esto estaría mezclando, y no faltan las personas que quieren prohibir los corridos, pensando en que si se quita una canción se acaba con el problema.

 

¿Qué papel tiene el lenguaje en esta problemática?

— Algunos de los responsables de esto son los periodistas, que hacen que las cosas se vuelvan conceptos o verbos que ya se pueden conjugar, como el huachicol.

Hay un problema, porque a través de las palabras tú puedes estigmatizar a una persona o grupo social por asociarlo con la delincuencia; es por eso que la responsabilidad de los periodistas es mucha, porque un término que inventan lo replican y pueden llegar a condenar o manipular la realidad, para que se configure a los intendentes de los poderosos.

Son tiempos de mucha confusión y las palabras deben pensarse más, para no caer en la exaltación de la violencia.

 

 

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