Paremos el ciberbullying

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Las posibilidades de que su hijo, hija o algún familiar menor de edad sufra acoso cibernético son muchas hoy en día. Las burlas, humillaciones y amenazas que se dan entre escolares a través del internet es un asunto que preocupa a muchos maestros, padres de familia y a la sociedad entera. Hay que estar alerta.

Antes los chismes y comentarios dañinos se limitaban a pequeños mensajes escritos que se dejaban en los pupitres y en los casilleros. Ahora fluyen libremente del teléfono de un niño o joven al siguiente hasta llegar a la misma víctima acosada.

El ciberacoso o ciberbullying comienza principalmente en la escuela o en lugares de convivencia social. Este acoso se da dentro del salón de clases, en los recesos y en actividades extracurriculares.

Empieza de manera física (burlas verbales y empujones) y de ahí pasa a mensajes hirientes en línea, a fotografías que toman a sus víctimas y adaptaciones” a la imagen original mediante una serie de apps que existen en el mercado. La imagen termina muchas veces con representaciones y ediciones que ridiculizan a la víctima y son de ahí subidas a las redes sociales o compartidas por mensajería instantánea.

Algunos síntomas a observar como padres son el rechazo del chico a socializar y salir de casa. La víctima teme ser acosada cara a cara o recibir comentarios en público.

En las escuelas se refleja como un bajo rendimiento en las clases, aislamiento a la hora del receso y ausencia recurrente.

No nos debemos asustar de que se den intimidaciones en la infancia. Seguro que cualquiera de nosotros pasamos por ellas. El problema es que las burlas ahí quedaban, pero ahora con las redes sociales se comparten y propagan.

Como padres, debemos actuar a tiempo. La comunicación juega un papel clave. Al abordar un posible caso de acoso cibernético evitemos las preguntas y, en cambio, vayamos directo a las afirmaciones; es decir, en lugar de cuestionar si algo les preocupa o enoja al niño, es mejor hacer una afirmación tal como “algo te preocupa, cuéntamelo todo,” o “pareces triste, quiero escucharte”.

Busquemos que nuestra indagación no quede en casa. Contactemos a maestros y entrenadores, quienes pueden ser una fuente invaluable de información sobre la vida de su hijo o hija. Si el bullying existe y es grave, será necesario poner una queja en la Dirección Escolar.

Ya sea que la intimidación ocurra en persona, por teléfono o por internet, no es algo que los padres debamos simplemente ignorar y esperar a que “se olvide todo el asunto”. Dejar de intervenir a tiempo puede tener mayores consecuencias para el estado físico y emocional del menor afectado.

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