Castigo y perdón de la Virgen

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Jaime OAXACA


Diciembre 16, 2019
La fiesta mexicana tocó fondo. Todos tocamos fondo.

Pudo ser cualquier día, pero la Virgen de Guadalupe quiso que la catástrofe fuera precisamente el día de su santo. El día más grande, en la plaza más grande. En la cacareada corrida guadalupana con la reaparición de los toros del patrón.

Los astros se alinearon para que algunos personajes estuvieran presentes, que se percataran claramente cuánto han desmadrado la fiesta mexicana y tenían que pagarlo en forma monumental.

Había personajes en el callejón de La México. Los dos empresarios de la plaza, Alberto Bailleres y Javier Sordo, que también son ganaderos, De hecho, se liaron toros de Bailleres. De pilón estaba

Pablo Moreno en su calidad de apoderado, no fungía ni como empresario ni ganadero. Pablo Moreno es la cabeza de Casa Toreros, otra de las organizaciones pulpo que le hacen daño a la tauromaquia.

Durante la lidia del sexto de la tarde del día 12 se formó una gresca monumental. No sólo fue la mansedumbre de los toros de Begoña, mansos le salen a cualquier ganadería.

A la empresa le tronó el cohete en las manos, el petardo sonó estrepitosamente. Vivieron un infierno. Siempre se había captado la punta del iceberg, pero esta vez brotó la podredumbre.

El problema inició después que el toro se castigara con banderillas negras; en lugar de mandar el cambio al último tercio, el toro fue devuelto a los corrales, completamente fuera de reglamento.

Es evidente que el juez Jorge Ramos fue obligado por la empresa, por la gente de Alberto Bailleres, debieron amenazarlo para devolver al manso de Begoña.

La afición rompió porque está decepcionada, molesta, harta de la prepotencia y abusos de la empresa, por el trato que reciben, por la incapacidad taurina.

Eso de armar las temporadas como si fueran ferias es una tontería, ellos mismos impiden la posibilidad que surjan toreros.

La afición está harta que la empresa no muestre las imágenes de los toros ni permita verlos en la propia plaza. Los aficionados están empachados de la autorregulación, es intolerable que la misma empresa ejerza la autoridad en la plaza.

La afición está harta que le empresa ceda a los caprichos de los extranjeros. Figuras exigentes las ha habido siempre, pero jamás se había llegado a las imposiciones del descastamiento actual de las ganaderías.

La afición está cansada de la ineptitud de la empresa, de su incapacidad de meter aficionados al tendido.

Ojalá don Alberto Bailleres y su hijo Juan Pablo, se hayan percatado que la tragedia que vivieron fue por darle manga ancha al español Antonio Barrera, confiaron en alguien que hunde paulatinamente la fiesta mexicana.

Se dice en el medio que es Antonio Barrera el que trae a las figuras, pero también es el que les ofrece todo tipo de comodidades. Es el mejor momento de sacudirse a esa persona.

La Virgen de Guadalupe quiere a su pueblo, por eso tres días después del desastre del 12. Permitió que se encumbrara José Mauricio, que no es cualquier torero; es un diestro que hace méritos desde hace mucho tiempo, que en todas las plazas sale a jugársela.

El joven de 35 años de edad y 14 de alternativa dio muestras de lo que sabe hacer. Una faena al primero que embestía como hermana de la caridad y se jugó la vida ante el otro que mostraba el peligro en cada embestida, una faena emocionante.

Toda la porquería que ensució la fiesta y la Plaza México en la corrida del día 12, fue lavada por las lágrimas de hombre y de torero de José Mauricio. El torero explotó en llanto después de la hombrada que realizó. Redimió la Plaza México

La Guadalupana le brinda la oportunidad a la empresa de retomar el camino, de reivindicarse, aún más, de reinventarse. Por lo pronto permite que TauroPlaza México paladee el saborcito de repetir triunfadores, como nunca lo ha hecho. Aprovechen el escarmiento, el castigo y perdón de la Virgen.

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