Actores y Protectores

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Como un “palazo” de piñata en posada decembrina recibió Felipe Calderón la noticia esta semana de la aprehensión en Dallas, Texas, de su gran colaborador, amigo y mano derecha, Genaro García Luna.

“Estoy conociendo por redes sociales la versión del presunto arresto de Genaro García Luna. Desconozco detalles y estoy pendiente de la información que confirme el hecho, como de los cargos que, en su caso, se le imputen”, escribió en un tuit Calderón el martes.

La difusión de la primicia del arresto estuvo a cargo de la periodista Ginger Thompson quien desde temprano envió ese día un tuit informando que el medio ProPública de Estados Unidos había obtenido la exclusiva.

Calderón elaboró más tarde un comunicado que fue difundido en las redes sociales en donde destaca en especial su distanciamiento personal de las operaciones que supuestamente realizaba su encargado de la seguridad nacional.

“De la información respecto del arresto del Ing. García Luna, preciso que desconocía por completo los hechos que se le imputan. Espero que se realice un juicio justo y de confirmarse las imputaciones, se aplique la ley. Sería además una grave falta a la confianza depositada en él”, escribió.

Más allá de la responsabilidad y el conocimiento que debió tener Calderón de su subordinado y de la posible ventaja que le puedan sacar los morenistas a este asunto surgen muchas preguntas y dudas detrás de la acción emprendida esta semana en Estados Unidos.

Primero, no podemos entender cómo una figura pública del nivel de García Luna correría el riesgo de vivir y solicitar su residencia en Estados Unidos. Y, segundo, cómo se atrevería a emprender oficios que pondrían los reflectores sobre su persona al incursionar como empresario restaurantero en Florida.

¿Acaso el ex funcionario calderonista confió en que nadie lo tocaría, mucho menos en Estados Unidos? ¿Por qué no buscó refugios más seguros en Panamá o alguna isla caribeña sabiendo que podrían ir detrás de él los “gringos”?

Los testimonios en su contra que lo señalan de haber recibido maletas de dinero no son nuevos. Ya en el pasado se divulgó esta versión y se habló de que recibió millones de dólares, acusación que aún debe de ser comprobada en un juicio.

Ciertamente García Luna no se distingue por haber sido una “blanca palomita” aunque seguro Calderón hubiera metido las manos a la hoguera por él en cualquier momento (claro, hasta ahora).

En toda esta novela habría que ir más atrás, a los días de las operaciones conjuntas que el régimen de Calderón realizó en conjunto con autoridades de Estados Unidos. Se tendría que analizar el papel que jugó García Luna en estos encuentros y develar los grados de responsabilidad que hubo en diferentes rangos, desde subordinados hasta el mismo Calderón.

Dirán que esto es información de seguridad nacional, cierto. Pero ahí podría estar la mejor defensa y evidencia.

Los mexicanos deben conocer la verdad a fondo. Este capítulo podría ser solo el primero de una gran obra en donde actores y protectores deberán aclarar dudas y enfrentar la justicia, no solo al norte del Río Bravo sino también en suelo nacional.

 

 

 

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