Puede haber luz en medio de la oscuridad: Yael Martínez

El fotógrafo ha destacado internacionalmente por retratar la violencia de manera abstracta

En México, la violencia cada día cobra la vida de 94 personas. Los muros de las ciudades y pueblos se llenan de carteles con rostros de desaparecidos. Cada vez estas escenas se vuelven más cotidianas en cualquier entidad de la República, en donde la criminalidad vive un repunte nunca antes visto.

Uno de los estados más castigados por la violencia es Guerrero, lugar de procedencia del fotógrafo Yael Martínez, quien ha vivido en carne propia la desaparición y ejecución de miembros de su familia.

Recientemente presentó su libro La casa que sangra, un trabajo que refleja la huella indeleble que han dejado la violencia y la desaparición de algunos de sus familiares. Esto ha afectado su cotidianidad y creado espacios que nunca se volverán a llenar. Así, a través de la fotografía ha encontrado una manera de hacer catarsis ante estas situaciones.

En entrevista con El Popular, diario imparcial de Puebla, Yael Martínez compartió el proceso que desembocó en este proyecto fotográfico, el cual le hizo ganar el segundo lugar en el World Press Photo 2019, uno de los certámenes más importantes en el mundo.

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¿Cómo fue que decidiste dedicarte a la fotografía?, ¿hubo algún suceso que detonó este gusto en ti? 

Mis padres son artesanos orfebres y al desempeñarme en algún momento de mi vida en ese oficio, eso me ayudó a perfeccionar mi capacidad de observación. Decidí estudiar fotografía en el Centro de las Artes de San Agustín, para adquirir habilidades. A partir de la observación me percaté de que había mucho que capturar. Después me metí al Centro de la Imagen y tuve la oportunidad de estudiar en el extranjero por becas del Fonca. Ha sido un largo proceso de formación en estos diez años de carrera que tengo.

El papel de la intención en la fotografía es fundamental. En tu caso, ¿cuál es el objetivo de tu trabajo como fotógrafo? 

La intención de mi trabajo es generar procesos colectivos y personales de diálogo. La idea era que esta conexión de ideas, testimonios y experiencias de vida se convirtieran en imágenes de la tragedia. A partir de todo el intercambio con mis familiares empecé a hacer analogías que aludieran a los conceptos de duelo, vacío, ausencia y dolor. La idea era generar imágenes que estuvieran en el día a día, en el contexto cotidiano, y que brindaran una experiencia sensorial y emocional, para que el observador de las imágenes entienda el proceso.

Retratar la violencia no sólo se remite a cuerpos ensangrentados o desmembrados, sino cómo esto afecta los espacios y a las personas con las que vivían los asesinados y desaparecidos. Es una labor más complicada, porque estamos acostumbrados a ver imágenes muy gráficas, pero en tu trabajo la violencia no se ve, se siente.

¿Cómo se dio el proceso para crear la fotografía icónica, perteneciente a la serie que te hizo acreedor al World Press Photo 2018?

Un día, cuando fui a traer a mi hija al preescolar, me comentó que tuvo un sueño en el que caía en un vacío oscuro y nadie la detenía. En ese momento le comenté que si le gustaría que realizáramos esa imagen, pero que esta vez yo estaría para detenerla. Antes de esto, el hermano de mi esposa había sido ejecutado de manera extrajudicial, y en la imagen Itzel, mi hija, aparece suspendida en el aire. Esto lo relacioné con la esperanza, la cual se queda en un estado de inmovilidad: ni sube ni baja.

Tu trabajo refleja el limbo en el que viven los familiares de los desaparecidos; la esperanza es intrínseca a estas personas. Friedrich Nietzsche mencionaba que la esperanza es el peor de los males del ser humano, porque alarga el sufrimiento. ¿Qué opinas de esto?

Siempre hay que ser personas de fe, no en un sentido religioso, pero sí con la vida. El trabajo me ha llevado entender a la vida y la muerte como un conjunto, no hay una sin la otra. Para mí, en el desarrollo del proyecto con diferentes familias, me ha enseñado que se puede preservar luz en medio de la oscuridad.

¿Qué riesgo conlleva ser fotoperiodista en un estado tan azotado por la violencia como lo es Guerrero?

Tengo muchos colegas que al tratar este tipo de temas tienen un grado de exposición muy grande; incluso los reporteros de “nota roja” pueden terminar como las personas que retratan, por ejercer su trabajo. La idea es que las voces de las personas que están pasando por esas experiencias puedan ser escuchadas. Se han creado nuevas plataformas en donde los periodistas independientes ofrecen cursos de seguridad para trabajo en zonas de riesgo; debemos apoyarnos los unos a otros, es muy importante garantizar la vida de las personas que ejercen el derecho a la expresión.

La situación de nuestro país es complicada. Al día se registran 94 asesinatos en México: la violencia va en aumento día con día. ¿Qué papel tenemos nosotros en el repunte de esto? 

Cada persona tiene que tomar cartas en el asunto, no podemos dejar solamente esto a las generaciones futuras o culpar al sistema. Estamos en el mismo barco todos, y es importante que generemos reflexión en torno a lo que hemos dejado de hacer para que esta violencia se haya expandido a estos niveles nunca antes vistos. Es necesario unirnos como comunidad y empezar a trabajar, porque la situación se puede poner todavía peor y convulsionar completamente al país. 

El fotolibro La casa que sangra es una experiencia única. El silencio, la soledad y el dolor es el lenguaje en el cual hablan las imágenes.

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