Paul
Roland, en su obra La vida en el Tercer
Reich, relata la vida diaria en la Alemania nazi durante el periodo de
l933-l945. Al comentar la situación social, política y económica que vivía
Alemania, señala que ésta fue aprovechada por el nazismo para adquirir
popularidad y, a su vez, fue la que generó las consecuencias que conllevaron a su
toma del poder: “En cada aldea, pueblo y ciudad, mujeres, hombres y niños
mendigaban para conseguir comida y hacerse de algunas monedas; otros trataban
de subsistir realizando labores domésticas de cualquier tipo.
”Los
nazis aparecieron en medio de esta desesperación, bajo la máscara del Partido
Obrero Alemán Nacionalsocialista, que prometía trabajo para aquellos que lo
necesitaban y alivio para los pobres. Además, declararon sus intenciones de “(…)
dar fin a esas frecuentes y sangrientas escaramuzas entre facciones políticas
rivales, a fin de volver las calles más seguras para todos los ciudadanos que
sí acataban las leyes.
”También
prometieron hacer trizas el Tratado de Versalles y, con ello, reivindicar el
orgullo nacional, exigiendo de vuelta todo el territorio que los aliados les
arrebataron después de 1918. Se logró convencer a cada ciudadano de que su
deber patriótico era el de votar por el programa. Los críticos de Hitler lo
acusaron de ser vulgar, maleducado y alborotador, pero era un hecho que había
articulado la ira y el sentimiento de injusticia del pueblo de manera más
efectiva que los políticos profesionales, alcanzando las fibras más sensibles
de la nación.”
Tal
pareciera que el autor está hablando de la situación de nuestro país, de las
promesas de Morena y del uso político que López Obrador hizo, logrando
articular la inconformidad del pueblo para su ascenso al poder. Refleja de
manera precisa la actitud de la clase política nacional, que critica la forma
de ser y actuar del presidente López Obrador, y no dice nada sobre la situación
nacional (de la que ellos tienen mucha culpa), y ni cómo resolverla superando
los planteamientos obradoristas.
Continúa
Roland: “La hija del presidente del Tribunal de Distrito, Marga, al asistir a
ver la obra de teatro Don Carlos, de
Friederich Schiller, se asombró cuando el público empezó a aplaudir
frenéticamente durante la escena en la que uno de los personajes le implora al
patrón: ‘señor, permítanos ejercer el libre pensamiento’. Esta escena tenía el
propósito de mostrar la oposición a la supresión de la libertad de opinión a
manos del régimen. Fueron este tipo de experiencias las que llevaron a concluir
que el proceso de nazificación del país no había sido obra de ‘siniestros
demonios’ ni el resultado de un ‘destino nefasto’, sino que la respuesta era,
simplemente, el interés propio y la cobardía.”
Sin
duda alguna, en la 4taT no hay libertad de pensamiento, y ¡ay! de
aquel que se atreva a ejercerlo: la cárcel, la calumnia, el desprestigio público,
el cese y la represión son su seguro y final destino; su aceptación entre la
población no es obra de un ‘siniestro demonio’ o de un ‘destino manifiesto’, se
debe a que la ciudadanía pone en primer término su interés propio (así se
explica la aceptación de las tarjetas
mágicas) y no el interés superior de la nación, y porque además se adopta,
ante tantos abusos y atropellos, una actitud cobarde, poco valiente y poco
decidida para defender nuestro derecho a la libre expresión y a la libre
organización.
En
1933, los nazis hicieron un esfuerzo para ganar los corazones y la mente del
pueblo alemán, “mediante promesas que no tenían intención alguna de cumplir,
mediante mítines masivos, y a través de marchas que hacían énfasis en la unidad
y el fanatismo”. Hitler y Goebbels hicieron una prolongada campaña, con todo
tipo de ardides publicitarios para asegurar el voto. Hitler pronunció discursos
en más de 16 eventos importantes, miles de elementos de las SA y de las SS
fueron convocados para que marcharan por las calles de cada pueblo y regiones,
pregonando eslóganes. Esto creó la impresión de que el partido no era solamente
sólido y con recursos, sino que también era popular. La prensa ultranacionalista
de derecha celebró el triunfo y declaró una victoria significativa, lo que
permitió el arribo de Hitler como nuevo canciller.
La
campaña nazi y la campaña de López Obrador guardan enorme similitud. Uso de
promesas que sabía que no iba a poder cumplir; el propósito de forjar en la
mente del pueblo la idea de que por fin había surgido un partido que gobernaría
con y para el pueblo; y el papel que jugó la prensa haciendo aparecer a Morena
y a su líder como los salvadores de la patria.
Ya
junto todo esto, provocó el arribo de López Obrador al poder; y los resultados
que hoy vivimos son producto de esa campaña ilusionista, agigantada y
multiplicada por la prensa. Al final, los únicos paganos de esta feria de
mentiras y lambisconerías son los trabajadores, el pueblo que hoy sufre las
terribles consecuencias. Experiencia que hay que sacar: no creamos todo lo que
nos dicen los iluminados, si no nos dicen el cuándo y el cómo van a hacer
realidad sus promesas; ni a la prensa, pues todos callan lo que no quieren que
el pueblo sepa.
Horst
Kruger, hijo de un servidor público, describe la euforia generada por el
ascenso de Hitler a la cancillería en l933: “El comentarista, cuyo resonante
tono de voz se acercaba más a los cantos y los sollozos que al tono de estar
reportando propiamente, que decía estar experimentando una serie de eventos
inefables… mencionó algo sobre el renacimiento de Alemania y añadió, a modo de
estribillo, que de ahora en adelante… todo sería mejor y diferente… había
llegado el momento… una explosión de grandeza parecía avecinarse a lo largo del
país…”
Salvo
raras excepciones, infinidad de comentaristas mexicanos (igual que el
comentarista alemán), al triunfo de López Obrador lloraban, se mesaban los
cabellos, gritaban y gritan que un evento inefable (que no se puede explicar
con palabras), está sucediendo en México, que renacerá nuestra Nación, que todo
será mejor y diferente, y que una explosión de grandeza parece avecinarse para
nuestro país.
En
Alemania, ya el tiempo (a muy alto costo) se encargó de demostrar que todos los
ditirambos expresados a Hitler no se correspondieron con la realidad de las
acciones fascistas; todo por poner en primer lugar, como arma de análisis, la
lambisconería y la demagogia, y no el análisis de las condiciones concretas,
nacionales e internacionales, para tratar de emitir un juicio lo más cercano a
la realidad.
Es
lo mismito que les ha pasado a nuestros comentaristas criollos quienes, por
falsos y mentirosos, buscachambas y mercenarios de la pluma, no saben, a la luz
de la política de López Obrador, explicar todos los halagos vertidos a la
figura obradorista.
El
maestro Aquiles Córdova Morán, dando oportunamente pruebas irrebatibles de
capacidad intelectual y de un análisis riguroso por lo científico y dialéctico,
ha sostenido de manera irrefutable que antes y después del triunfo morenista,
López Obrador, en las condiciones actuales, no podría ni podrá cumplir sus
promesas de campaña.
El
actuar del presidente, así como la situación actual del país, no sólo nos dejan
ver que en los planteamientos del Maestro Aquiles Córdova no se presenta
ninguna inconsecuencia entre su pensar y actuar, sino que su figura se agiganta
y nos permite verlo como el único político capaz de prever el futuro del país y
de encontrar las posibles soluciones. El Movimiento Antorchista Nacional,
creado por él, es la instrumentación de esas posibles soluciones.
* Diputado federal del
Movimiento Antorchista