Don Fidel Velázquez podrá ser recordado en la
Historia de México por muchas cosas. Sin embargo, si algo en especial
distinguió al exlíder de la CTM
(quien murió en 1997) es haber definido un estilo peculiar longevo en el
sindicalismo mexicano, legado que aún perdura.
El célebre líder obrero se lleva la presea de oro en cuanto a cantidad de
años de haber permanecido intocable al frente de un sindicato, la CTM (47
años). Lo siguen Francisco Hernández
Juárez de los Telefonistas (43 años) y Armando Neyra Chávez de la Industria
Embotelladora (con 32 años).
Aunque pareciera que también ha sido un líder eterno, Carlos Romero
Deschamps apenas llevaba 26 años como líder del Sindicato Petrolero. Su
“carrera” sindical, sin embargo, se vio truncada esta semana al ser obligado a renunciar y ver sus cuentas bancarias
congelarse.
El sindicalismo mexicano es todo un fenómeno laboral, social y político. No
hay sector productivo que escape al dominio y control de un secretario general
eterno como los que tenemos encumbrados en México.
Por ejemplo, pocos saben que existe el Sindicato de Trabajadores de la
Industria del Cemento, Cal, Asbesto, Yeso, Envases y sus Productos. Su líder:
Felipe Sosa, con 28 años en el poder.
Una lectura minuciosa a lo ocurrido con Romero Deschamps podría arrojar
como conclusión que el gobierno de Andrés Manuel López Obrador ha iniciado una
embestida frontal contra la perpetuidad
de los dirigentes sindicalistas mexicanos. Empero, esto ha sido minimizado
por los mismos jefes obreros.
“Es importante que lo tomemos como una llamada de atención”, dijo Francisco
Hernández Juárez de los Telefonistas
en una conferencia hace unos días. “Nos debe hacer reflexionar sobre la manera
de operar, pero nada más; tampoco nos debemos apanicar.”
Para ellos, el caso Romero Deschamps
es una lección de la cual aprender para ahora proceder de una manera más
honesta en cuanto a transparencia, democracia interna y manejo de recursos de
sus agremiados. Irónico, porque precisamente esto es lo que han pisoteado por
decenas de años.
De hecho, en México algunos sindicatos tienen conductas que se asemejan más
a la de los cárteles criminales. Esto debido a su opacidad respecto a lo que
hacen con el recurso de sus agremiados y las tácticas internas para reelegirse.
De acuerdo con el Centro de Estudios Sociales y de Opinión Pública (CESOP)
de la Cámara de Diputados, los sindicatos son un desafío para la transparencia
y la rendición de cuentas a nivel nacional.
Los jefes se resisten a aceptar los cambios que se ven venir con el nuevo
gobierno. Todos están bajo la mira porque no podrán perpetuarse, según la nueva
Ley Federal del Trabajo, ya que en uno de sus artículos se señala que los
procedimientos de elección deberán salvaguardar el voto personal, libre,
directo y secreto.
Además, el periodo de las directivas no podrá ser indefinido o de una
temporalidad que impida la participación democrática de los afiliados.
Esperemos que con la nueva ley se dificulte que se
sigan reeligiendo como dirigentes indefinidamente. Resolver las ambigüedades que
aún persisten en dicha legislación será un reto adicional para poner mayores
candados a sus reelecciones.
Porque en una de esas, alguno de estos secretarios podría “rebasar” en años
a don Fidel Velázquez y quitarle el privilegio de haber sido el más longevo
líder sindical en México.