Panismo reumático

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Ramón Zurita Sahagún


Septiembre 17, 2019

Diez años de diferencia separan a los dos partidos de mayor edad en México, los únicos que habían gobernado el país, antes del arribo de Morena, un movimiento que en solamente un lustro de vida les arrebató el control de la Presidencia de la República y del Poder Legislativo.

Hoy el partido hegemónico (PRI) por siete décadas parece ser un triste recuerdo de sus años gloriosos, mientras el PAN llega a su octava década de vida con un reumatismo, artritis y esclerosis múltiple que le impide moverse al ritmo de la vida moderna.

Los panistas festejaron el pasado 15 de septiembre sus ochenta años de vida, aunque no pudieron hacerlo en su sitio de reunión de años pasados, el Ángel de le Independencia y lo hicieron en medio de la peor crisis de las muchas que han vivido.

En la última década el PAN pasó de ser un partido poderoso en ejercicio del poder, por segundo sexenio consecutivo, a un organismo político, sin rumbo fijo, ni figuras políticas que puedan sacarlo del marasmo en que habita.

Los dos Presidentes surgidos de sus filas, ya no militan ahí y uno de ellos empecinado en hacer candidata presidencial a su mujer, busca la formación de su propio partido, que de conseguirlo le quitaría militancia al blanquiazul.

Es cierto, el PAN sigue siendo la segunda fuerza política del país, pero muy distante de la primera y con un dirigente nacional sumamente cuestionado por sus propios agremiados y al que consideran como un político menor, sin la personalidad suficiente para convertirse en el líder de una oposición necesaria para confrontar al actual régimen.

Acción Nacional se ve como un partido apocado, al que se le advierte alejado de sus principios y que enfrentará su propio reto en los comicios del 2021 con la elección de catorce gobernadores y la Cámara de Diputados, entre otros cargos.

La crisis de Acción Nacional no es la primera que enfrenta, en los ochenta años de vida se han presentado varias, incluida una que le impidió participar con candidato presidencial en 1976 y otras más como aquella del Foro Doctrinario cuyos participantes renunciaron a su militancia y otras más que llevaron a desertar a ex dirigentes del partido.

Sin embargo, la actual situación es más patética, pues se muestran pasmados, inmóviles, sin línea de acción, ni estrategia que les permita recuperar la presencia perdida en los comicios del pasado mes de julio de 2018, donde la derrota fue estrepitosa.

La noche del Grito no fue de saldo blanco, por el contrario mostró que los festejos resultan ser un pretexto magnífico para la comisión de delitos. Den diversas zonas del país, incluida la CDMX se presentaron asesinatos a mansalva, cuya firma pertenece a la delincuencia organizada, lo que se ha convertido en parte de lo cotidiano.

Sin embargo, en lo político y contra todo lo que se especulaba, el Presidente López Obrador protagonizó una ceremonia distinta a la de otros años, con su presencia y la de su esposa en el balcón principal de Palacio Nacional, sin amigos, ni familiares.

Felipe Calderón y Manuel Bartlett protagonizan un duelo de tuits, donde el primero cataloga al segundo como el hazmerreir de la Cuarta T y lo ubica como un lastre para el Presidente y el segundo le responde que deje de decir salud.

Así es la categoría y civilidad de los políticos.

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