Operación “Toques”

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Inexplicables y contradictorias resultan muchas de las acciones que toma nuestro presidente Andrés Manuel López Obrador en política. Son tan singulares y significativas que el célebre politólogo y escritor Daniel Cosío Villegas tendría que actualizar una versión de su famoso libro El estilo personal de gobernar.

En especial resalta el nombramiento a puestos de la función pública, que ha hecho en su administración para colocar a cuestionados personajes en puestos clave del gobierno, como es el caso de Manuel Bartlett Díaz, actual titular de la CFE.

Bartlett se encuentra en medio de una polémica relacionada con su declaración patrimonial, así como una serie de investigaciones periodísticas alrededor de sus bienes. Cada día salen nuevas revelaciones, no sólo ligadas a su presente, sino también a su cuestionable pasado.

Lo más irónico de todo es que el presidente, hace 24 años, escribió un libro donde hacía una denuncia pública y abierta sobre este personaje político, acusaciones que la opinión pública no ha olvidado y, por el contrario, las ha sacado a relucir.

En su libro Entre la historia y la esperanza, López Obrador lo acusa de estar implicado en actos de corrupción relacionados con trabajos de urbanización y construcción en Tabasco.

Dice AMLO que en esa época (los 70´s y 80´s) los gobernantes estaban “poseídos de un desaforado afán de destruir, construir, volver a destruir para volver a construir”.

Denunció que a partir del sexenio de 1970-1976 se dio una serie de negocios al amparo del poder y ligados al desarrollo de infraestructura en Villahermosa.

La acusación concreta fue sobre una urbanización de terrenos, propiedad de Manuel Bartlett, quien se asoció con el yerno del gobernador de entonces para la construcción de una colonia residencial y se dividirían las utilidades en partes iguales.

Ciertamente, los años han pasado y, como dicen algunos historiadores, hay que ver las circunstancias del momento para poder criticar y juzgar las razones que existieron. Hace 26 años, López era oposición, mientras Bartlett era pieza clave del poder.

Hoy, debido a los enroques típicos de la política mexicana, ambos pertenecen a una clase híbrida que se ha ido construyendo entre viejos dinosaurios del PRI y los aliados del Peje en Morena.

Pero en política —y bien lo sabemos los mexicanos—, la forma es el fondo. Y podríamos entender que la exposición pública de Bartlett podría responder a una táctica genial de López Obrador, muy a su estilo, de hacerse a un lado, pretender que no tiene mano en la baraja y comentar del caso sin precisar ninguna posición.

¿Y cuál sería esta táctica maquiavélica en específico? Darle “toques” a un pasado enemigo y adversario en una posición incómoda (la CFE semi-quebrada), tenerlo bajo la lupa investigadora de los periodistas sabuesos mexicanos y ahora sí dejar a la Secretaría de la Función Pública escarbar en la declaración patrimonial y de intereses de don Manuel.

No es la silla eléctrica precisamente, pero sí sería un “apagón” definitivo en la carrera de Bartlett.

 

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