Siguen los homenajes a Francisco Toledo en Bellas Artes

La gente continúa su visita a la ofrenda artística colocada en el vestíbulo del Palacio de Bellas Artes para despedir al artista oaxaqueño Francisco Toledo

Entre lágrimas, palabras de admiración, emoción y recuerdos, la gente continúa su visita a la ofrenda artística colocada en el vestíbulo del Palacio de Bellas Artes para despedir al artista oaxaqueño Francisco Toledo (1940-2019), donde, al mediodía de este sábado, la Banda Sinfónica Infantil y Juvenil de Texcoco le dedicó su interpretación musical.

Desde temprano la gente se acercaba a la ofrenda para admirar la presencia del artista a través de sus obras procedentes de los museos de Arte Moderno y Nacional de la Estampa del INBAL, entre éstas: Noche y pájaro, Flores marinas, El rey de las monas o El asno en la piel del león, piezas que muestran la zoología y mundos fantásticos del artista juchiteco; algunos escribieron mensajes de despedida en los papalotes que facilitó el recinto; muchos otros escribieron sentidas palabras en uno de los tres libros de condolencias que se colocaron al pie de las escalares de mármol. No se halla la forma de aprehender la imagen del maestro en su último adiós.

“Hoy venimos al Palacio de Bellas Artes específicamente para despedirnos del maestro. Soy de la Ciudad de México, pero mis padres son de Oaxaca. Para mí, Toledo fue un gran guía, sobre todo ambientalista, formó parte del grupo Los composteros Tlatelolco, y él fue una de nuestras grandes guías”, comentó de manera sentida la joven Marisela Mijangos, quien dejó un papalote en una de las canastas de maíz colocadas en la ofrenda.

Hacia las 13:00 horas, la Banda Sinfónica Infantil y Juvenil de Texcoco inició la ofrenda musical dedicada a Toledo, bajo la dirección de Pedro Arpide Flores. Los poco más de 40 integrantes interpretaron el Vals núm. 2 de Dmitri Shostakóvich, y Aire y Aleluya de Wolfgang Amadeus Mozart, entre otras; sones nacionales y el Paso doble. Actuación que removió la emoción de muchos asistentes

Al finalizar la orquesta, el abogado y promotor cultural Felipe Herrera, natural de Oaxaca, quien conoció a Toledo a su llegada a la Ciudad de México, alzó la voz para ofrecer palabras celebratorias en zapoteco. En entrevista recordó, “éramos amigos Macario Matos, Víctor de la Cruz y Toledo. Chico le decíamos de cariño los paisanos. Él fue una persona que ayudó con todo lo que pudo.

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“De él tengo dos anécdotas personales que recuerdan su coherencia como artista e integridad como persona. Una ocurrió en 1967 en el Club de Periodistas, donde facilitó sus obras para una exposición y alguien, que no vale la pena recordar, se quejó porque una de las piezas le pareció obscena. Obligaron, entonces, al presidente del Club a quitar la pieza. Chico se dio cuenta de la obra faltante e indignado amenazó: ‘Si no saben comprender mi obra, mejor la retiro toda’, por lo que se hicieron las gestiones para que se volviera a montar la pieza.

“La segunda fue en 1971 en Juchitán, cuando fundó el Patronato de la Casa de la Cultura de Oaxaca, momento en que, con un carrito y un altavoz, recorrió las calles solicitando donaciones, préstamos o la venta de figuras arqueológicas de la comunidad para conformar el acervo de ese espacio. Fue un éxito. Posteriormente, el espacio fue resguardado por el entonces abogado y poeta Víctor de la Cruz como su director.

“Todos quisimos mucho a Chico, lo recordamos y lo llevamos siempre en el corazón por su cariño, su gratitud y fraternidad hacia nuestra gente zapoteca, como él”.

“Tu trabajo y obras están en nuestra memoria y nuestro corazón”, expresó en voz alta Beatriz Villalpando, profesora jubilada de la UNAM y de la SEP, quien llegó al Palacio de Bellas Artes para despedirse del artista.

“México se queda con sus obras, pero también nos quedamos con todo el bien que ha hecho. El maestro Francisco Toledo fue un gran humanista, y tengo fe en que surjan más maestros Toledo, porque nos puso el ejemplo de lo que se puede hacer por el país. Con su entusiasmo combatió la desigualdad en una de las regiones más olvidadas de nuestro país”.

José Luis Martínez, quien era vecino del Instituto de Artes Gráficas de Oaxaca (IAGO), fundado por Toledo, recordó al maestro por las calles de esa ciudad: Era cotidiano verlo caminando, algunas veces descalzo, como queriendo ser el hombre más increíblemente pobre, siendo que el peso de su presencia es de oro. En alguna ocasión le llegué a regalar unas biznagas, porque le encantaba la botánica de Oaxaca; junto con algunos vecinos, nos opusimos a que llegara a la ciudad una de esas cadenas extranjeras de comida rápida; reforestamos algunas zonas aledañas a la ciudad. Era sumamente altruista, defensor de nuestra identidad. ¡Francisco Toledo vivirá siempre con los oaxaqueños, con los mexicanos! ¡Arriba mi amigo Francisco Toledo!

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