El caprichoso Muñoz Ledo

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Ramón Zurita Sahagún


Septiembre 04, 2019

Nadie escatima los méritos de Porfirio Muñoz Ledo, al que se cataloga como un hombre lúcido, brillante, inteligente, culto, buen orador, pero caprichoso, voluntarioso, terco y como buen político con alto grado de cinismo y pocos escrúpulos.

Ese cinismo le permitió representar a un gran número de partidos políticos, algunos con militancia, otras como simpatizante, pero siempre con logros beneficiosos a su carrera política, por más de cinco décadas.

A Porfirio Muñoz Ledo todo le salió como lo planeó, aunque con varios sinsabores, los que después le fueron recompensados, quedando solamente la espinita de no alcanzar la Presidencia de la República.

Sin importar el partido en que milite, Porfirio ha sido un político destacado, cuyo ascenso político inició cuando Rafael Hernández Ochoa, secretario del Trabajo, fue designado candidato al gobierno de Veracruz y el entonces joven subsecretario subió el escalón que lo llevó a convertirse en aspirante presidencial en los tiempos majestuosos del priismo.

Pasó a presidir el partido tricolor y mostró ese estilo caprichoso que lo caracteriza de toda la vida, al negociar la inclusión del entonces dirigente nacional del PPS, Jorge Cruickshank García, como candidato priista al Senado de la República, negociando de esa forma el triunfo para el PRI en el gobierno de Nayarit, conservando sin mácula los estados del país para su partido.

Coordinar la campaña de José López Portillo le llevó al gabinete de éste como secretario de Educación Pública, de donde fue relevado y enviado posteriormente a la ONU como representante de México. Fue aquí donde un incidente de tránsito mostró una imagen del Porfirio desconocido para la población, prepotente, arbitrario y encolerizado.

En un bajón de su carrera política procedió a encabezar con Cuauhtémoc Cárdenas la Corriente Democrática del PRI, partido del que fueron expulsados, convirtiendo a Cárdenas en una opción presidencial, que desembocó en la llamada “Caída del Sistema”, con el cuestionable triunfo de Carlos Salinas de Gortari.

En este lapso asomó la otra cara de Porfirio, que lo llevó a conversaciones secretas con Carlos Salinas e intentar convencer a Cárdenas de pactar con él.

Sin resultados, Porfirio entró otra vez en su dinámica caprichosa y voluntariosa, la de presentarse como candidato de su partido (PRD) al gobierno de Guanajuato, con la que solamente tenía vínculos de familiares muy del pasado, alegando derecho de sangre. Le fue concedida la razón jurídica y compitió con un pobre resultado.

Nuevamente surgió la figura caprichosa y se enroló como candidato presidencial del PARM, solamente para sumarse a la candidatura presidencial de Vicente Fox, quien lo envió en misión diplomática ante la Unión Europea.

Recompuso su relación con la izquierda, apoyando a Andrés Manuel López Obrador en sus intentonas por ganar la Presidencia de la República y obtuvo su recompensa al ser él quien le ciñera la banda presidencial al actual Ejecutivo.

En su largo caminar político, Porfirio lleva varios primeros: fue el primero en presidir dos partidos políticos (PRI y PRD), el primer senador postulado por un partido opositor al PRI (en realidad fueron cuatro), el primer diputado de oposición en responder un informe de gobierno y el primero en militar o simpatizar con diversos partidos (PRI, PRD, PARM, PAN, Morena y PT), entre otros de sus logros.

Ahora pretende en ser el primero en ser reelecto presidente de la Cámara de Diputados, sin importar que con ello rompa acuerdos políticos y ponga en riesgo la aprobación de leyes.

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