Su pluma incisiva y comprometida hace un recorrido

singular por la geografía política de nuestro país,
que pone de manifiesto matices insólitos

Alicia Zendejas

Gastón García Cantú (1917-2004), al igual que Horacio Labastida, tuvo su formación en la BUAP, pero encontró su realización en la UNAM y en los grandes debates nacionales sobre la transición democrática entre 1960 y 1990. Al lado de Barros Sierra, como responsable de la Gaceta Universitaria, vivió los acontecimientos del 68 y polemizó con tiros y troyanos, especialmente con Carlos Fuentes, en torno al papel de Luis Echeverría en ese periodo de la historia de México. En el gobierno de López Portillo, 1976-1982, se incorporó al gobierno como director del Instituto Nacional de Antropología e Historia.

El acompañamiento a la épica periodística encabezada por Julio Scherer, primero en Excélsior, con quien rompió y a la postre regresó; y luego en Proceso, se distinguió por su prosa y la profundidad de los análisis. El controvertido desencuentro de García Cantú con sus excompañeros, especialmente Scherer y Leñero, no empañó su prestigio de escritor, pese a la polarización del debate.

Su obra está diseminada entre los artículos periodísticos de fondo y los libros que escribió, entre los que destacan El socialismo en México, Universidad y antiuniversidad, Utopías mexicanas, El desafío de la derecha, Ideas de México, Vicente Lombardo Toledano, la Revolución Mexicana y Lecturas de Puebla.

Ahora, el pasado 31 de mayo, el Instituto Nacional de Estudios de las Revoluciones de México, publicó la convocatoria para el Premio “Gastón García Cantú” a la trayectoria en investigación histórica, México contemporáneo (1968-2000), cuya presentación de ensayos concluyó el pasado 31 de julio. Seguramente las aportaciones de jóvenes historiadores y estudiosos habrán de actualizar la visión de la obra de García Cantú, quien regresó a Puebla en el gobierno de Manuel Bartlett y podría ser referente del Gobierno de izquierda que encabeza LMBH.