Recuerda algún producto que sin motivo aparente se te haya descompuesto en alguna ocasión.

Tal vez haya pasado la fecha de garantía, y ya no podías presentar un reclamo. Tal vez los materiales que se usaron para su fabricación no hayan sido elaborados con un nivel de calidad adecuado. Tal vez se haya hecho ese producto para que fuera “desechable”.

Existen varias posibilidades por las que se puede descomponer un producto cualquiera, ¿cierto?

Cuando en cualquier proceso se introducen materiales o materias primas defectuosos, o cuando la persona a cargo no se asegure de hacer de forma correcta la ejecución del proceso, el resultado irá “preñado” de defectos, y generará algo descompuesto en sí o que con el tiempo se descompondrá. Somos conscientes de que los productos, cualquiera que sea su naturaleza, tienen un ciclo de vida, y no nos referimos a los productos que se agotan en su uso, sino a aquellos que se descomponen.

Por ejemplo, una fresa descompuesta hará que un licuado o una mermelada que se fabrique con ella esté descompuesto.

Lo mismo ocurre cuando se coloca un circuito defectuoso en un aparato eléctrico.

En ocasiones, el producto puede funcionar hasta que, efectivamente, la deficiencia que existe en sus componentes o materiales de fabricación se hace patente. Cuando esto ocurre, aplicaría “hacer válida” una garantía. Y esto a su vez se traduce en reprocesos, retrabajos o cambios del producto; es decir, más trabajo sobre algo que debería estar hecho correctamente, sobre algo que presuntamente funcionaría de acuerdo con la especificación que se solventó cuando el producto fue elaborado o fabricado, ¿se puede hacer algo al respecto?

Sí, pues esto sucederá cuando en cualquier proceso de fabricación o de elaboración se incluya una acción o un insumo que no se corresponda con un nivel aceptable para su procesamiento. Y lo mismo aplicaría para un servicio, en el que los niveles acordados sean inferiores a los prometidos.

Lo mismo ocurre cuando pones a una persona sin la formación adecuada a hacer algún trabajo específico: es muy probable que el resultado sea inadecuado, descompuesto, no apto para su uso. Aunque en este caso, es necesario que observes que la persona no “está descompuesta”; simplemente no es apta o adecuada para hacer correctamente el trabajo.

Desde luego que es posible que, en un orden distinto al antes referido, la persona sí tenga la formación o competencia suficiente para hacer correctamente el proceso, y por negligencia, apatía o intención deliberada incorpore defectos o descomponga el resultado. ¿Te hace sentido?

Considera en cuántas ocasiones tú has recibido productos defectuosos o descompuestos; es decir, que fueron hechos sin el adecuado nivel de aceptabilidad en cada uno de los objetos que se procesaron para su obtención, o en la formación de la persona responsable de su elaboración. ¿Cuántas veces ha ocurrido?, ¿qué has hecho al respecto?, ¿con qué frecuencia ocurre esto en tu trabajo, con los materiales que posteriormente tu procesarás para crear tu producto?

Tal vez ya identifiques que una situación de este tipo es desastrosa, pues se echa a perder trabajo bien hecho o productos de calidad aceptable al mezclarlos con materiales, materias primas o disposiciones inadecuadas, descompuestas o en descomposición. Y al echarlo a perder, destruye una parte del trabajo individual y socialmente invertido para el bienestar humano.

Como hemos comentado en otras ocasiones, al resultado de un proceso que no es adecuado o que no satisface la necesidad para la que fue hecho conforme al nivel señalado en la especificación, se le llama técnicamente “producto no conforme”.

Claro, tiene otros nombres también: coloquialmente le llamamos “porquería”, basura o desperdicio, y esto resulta de al menos una cosa descompuesta o no adecuada que fue utilizada en su fabricación o elaboración.

Ahora bien, observa: ¿cuántas veces cada persona ha hecho productos con algún material descompuesto o con una formación inadecuada? Y en esos casos, entonces, ¿qué es lo que ha producido?

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